La franquicia más laureada de la NBA parece, diez años después, volver a ser firme candidata del anillo en la temporada 2017/2018. Los Boston Celtics,
campeones en diecisiete ocasiones, consiguieron su último título en
2007/2008 y, desde entonces, han trabajado en una reconstrucción del
proyecto que ha visto la luz este año, aunque momentáneamente lastrada
por la lesión de Gordon Hayward en el Opening Day.
El equipo de Massachusetts fundado por Walter Brown en 1946, uno de los principales culpables de la unión de las ligas BAA y NBL
para conformar tres años después la NBA, dominó la competición en las
primeras décadas con 11 campeonatos en trece temporadas (1957, 1959,
1960, 1961, 1962, 1963, 1964, 1965, 1966, 1968, 1969), nueve de ellos al
mando del legendario Red Auerbach, rodeado de jugadores históricos como Bob Cousy, Bill Sharman, Tom Heinsohn o Bill Russell. Solo fueron interrumpidos en 1967 por los Philadelphia 76ers del abusador Wilt Chamberlain.
En los 70 iniciaron las famosas reconstrucciones con las que se renueva un equipo apostando fuerte por el Draft
cuando un proyecto está más que acabado. Russell dejó un vacío enorme
en el puesto de pívot que trató de acatar, no al mismo nivel por
supuesto, pero líder de la dinastía restaurada que logró dos títulos
más, en 1974 y 1976, con Heinsohn como entrenador, el center Dave Cowens. Lo acompañaron en la consecución de los anillos, venciendo a los Milwaukee Bucks de Kareem Abdul-Jabbar y en el 76 a los Phoenix Suns, algunos aún supervivientes de la anterior década, como John Havlicek, Don Nelson o Don Chaney.
Sin embargo, las retiradas y traspasos del bloque existente hundió a
los Celtics a la siguiente temporada, perdiendo en semifinales de
conferencia y estando dos años sin poder jugar playoffs. Pero hubo un aspecto positivo de esta mala racha, terminar en las últimas posiciones permitía seleccionar alto en el Draft, y obtuvieron a Cedric Maxwell (1977) y a un tal Larry Bird (1978).
Con estos dos ejemplares y tras pasar una breve transición, la ciudad del trébol volvió a lo más alto en los 80. Un rookie convertido en estrella a pasos agigantados, Kevin McHale, traído por el traspaso de Bob McAdoo a los Golden State Warriors que cedieron su tercer puesto del Draft (McHale a posteriori) y a Robert Parish. Junto al estandarte Larry Bird, dieron lugar a los llamados “Big Three“,
tres jugones que marcaban las riendas de un equipo que protagonizó una
época y una revolución en la liga: habían creado un monstruo, desde
entonces muchas franquicias han intentado crear superequipos conformados
por tres figuras importantes que acaparan y lideren el juego de sus
equipos para tratar de acechar al título de la NBA.
En esta era los Celtics agrandaron su
leyenda proclamándose campeones en tres ocasiones, perdiendo además dos
finales. En 1981 consiguieron el primero ante Houston
con Maxwell como MVP de las finales, y, luego de un pequeño bajón donde
fueron muy cuestionados, en 1984 regresaron a la lucha por el título e
iniciaron una rivalidad legendaria con Los Ángeles Lakers de Magic Johnson.
En esa temporada, la suerte cayó del lado de la franquicia de
Massachusetts, pero al siguiente año fueron los angelinos quienes
levantaron el trofeo ya conocido como Trofeo Larry O’Brien. En el 86 recuperaron el legado ante los Rockets de Hakeem Olajuwon
con su décimosexto título, pero no sabían lo que se les avecinaba: en
1987 volvieron a ceder en la gran final ante los Lakers y dio paso a
una racha de mala suerte que se alargó por 22 años.
Este breve repaso de la historia de los
Celtics y de la misma NBA ha servido para conocer el significado de dos
palabras que resuenan todas las temporadas a través de las franquicias, “reconstrucción” y “Big Three“. Y el paso más costoso y duradero de una palabra a otra lo protagonizó el equipo de New England. Sumergidos en la mala suerte de lesiones, fallecimientos (Reggie Lewis
murió en 1993 por un ataque al corazón mientras entrenaba) y decisiones
erróneas (tratar de mantener el proyecto sin estar exentos de veteranos
a punto de retirarse, Bird, McHale o Parish).
Esto último lastró un relevo generacional iniciado por Antoine Walker (1996) y Paul Pierce
(1998), los primeros que destacaron en una década de los 90 donde los
Celtics no consiguió ni siquiera pasar de Semifinales de Conferencia,
única década vacía de títulos para ellos con los Detroit Pistons y Chicago Bulls de Michael Jordan, Scottie Pippen y Dennis Rodman, liderando en aquellos momentos la Conferencia Este. A posteriori, Danny Ainge, actual General Manager,
confesó que Red Auerbach, presidente desde 1984 hasta su muerte, le
contó su arrepentimiento por no traspasar a Larry Bird o Kevin McHale
cuando aún los equipos podrían haber dado algo serio por ellos.
Pero por el cambio de milenio era Rick Pitino, proveniente de la NCAA, el entrenador y General Manager, unos años para olvidar: intentó “tankear” para conseguir a Tim Duncan, pero tuvo que conformarse con el anónimo Ron Mercer (6º puesto del Draft de 1997) y con el bueno de Chauncey Billups (tercer pick), pero que traspasó, sin sentido alguno, seis meses después. Al final, el gigante recayó a las órdenes de Gregg Popovich en los San Antonio Spurs donde formó uno de los tríos más longevos con Tony Parker y Manu Ginóbili, saldándose con cinco títulos (1999, 2003, 2005, 2007 y 2014).
En 1998 llegó Pierce y Danny Ainge en
2002 para dar un giro radical quedándose solo con el alero tras el breve
paso pero positivo de Chris Wallace con el que regresaron a Playoffs. Ainge, caracterizado por mover fichas sin pelos en la lengua, consolidó un nuevo “Big Three” que formaron Paul Pierce, Ray Allen y Kevin Garnett. Se cargó de talento, ya al mando de Doc Rivers, en los Drafts
de 2004 y 2005, una cantidad de jugadores que saldrían tras una
temporada 2006/2007 nefasta de solo 24 victorias. La lotería del Draft otorgó el 5º puesto a los Celtics, y, sin opciones de escoger a Greg Oden o Kevin Durant, Ainge inició un cambio de sentido de dirección a la franquicia, ofreciendo dicha ronda junto a jugadores ya amoldados como Delonte West y Wally Szczerbiak para fichar de los Seattle Supersonics a Ray Allen.
Y a finales de ese mismo mes de julio, protagonizó el movimiento del verano, renovando por completo al equipo dejando marchar a Al Jefferson, Sebastian Telfair, Ryan Gomes, Gerald Green y Theo Ratliff, además de la elección de primera ronda del Draft de 2009 y del retorno de los derechos obtenidos en 2006 sobre una elección de primera ronda de Minnesota.
Todo esto para atraer a un MVP (2004) limitado en los Timberwolves que
no conseguía lidiar en la lucha por el anillo, solo olisqueado en 2004
al alcanzar las finales del Oeste que perdieron ante los Lakers, Kevin
Garnett.
Así, con este trébol de jugadores se
convirtieron en los mejores de la liga 2007/2008 con balance 66-16,
gracias además a la progresión de los jóvenes jugadores reclutados por
Ainge a lo largo de los últimos años: Kendrick Perkins, Tony Allen y, especialmente, Rajon Rondo. Batieron en Playoffs a los Atlanta Hawks (4-3), a los Cavaliers de LeBron James
(4-3) y a los Detroit Pistons (4-2), y en la final se pudo revivir la
clásica rivalidad con la franquicia de Los Ángeles, a los que superaron
por un cómodo 4-2 (98-88, 108-102, 87-81, 91-97, 103-98 y 131-92). Fue
el 17º anillo y más reciente de la franquicia, con Paul Pierce como MVP.
Esta larguísima reconstrucción, pero esta
vez muchísima más corta, se ha tenido que repetir en Boston en los
últimos años, pues Ainge decidió dar aires a Garnett y Allen tras
agotarse el proyecto en las cuatro siguientes temporadas, donde
repitieron final en 2010 ante los Lakers (4-3) de Kobe Bryant, Derek Fisher y Pau Gasol,
pero sin alcanzar el máximo éxito: dos semifinales de conferencia (2009
y 2011), la final perdida en 2010 y la final de conferencia en 2012 que
cayeron ante los Miami Heat con el Big-Three del momento (LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh lograron ser finalistas en 2011 ante Dallas Mavericks
y campeones en 2012 y 2013 junto además a Ray Allen). Finalmente, el
trío se rompía enviando antes de su declive, a Pierce y Garnett a los Brooklyn Nets, fichaje desastroso para la franquicia a la postre.
Diez años han pasado ya del último anillo de los bostonianos. En 2013, Ainge y Doc Rivers (marchó a su equipo favorito, Clippers)
cortaron su relación para abrir un nuevo proceso de actualización
completa, y encomendándose en una resolución aún más polémica: Ainge
ignoró al exitoso Mike Krzyzewski para elegir a Brad Stevens, proveniente de los Butler Bulldogs
de la liga universitaria, encargándose del banquillo de forma que los
aficionados no pudieron evitar el recuerdo de Pitino por provenir de la
NCAA. Intentó girar alrededor de Rajon Rondo como jugador franquicia,
pero su polémica forma de ser terminó por traspasarlo en diciembre de
2014 a los Mavericks junto a Dwight Powell a cambio de Jae Crowder, Jameer Nelson, y Brandan Wright, además de un par de rondas del Draft. Para suplirlo tenían a su selección de primera ronda del Draft, Marcus Smart, de los pocos jugadores que han sobrevivido en el equipo.
Jugadores de todo tipo han pasado por los
Celtics en los últimos cuatro años, hasta 41 caras pasaron en 2014, 70
movimientos en total en esta pequeña época: Jared Sullinger, Jeff Green, Evan Turner, James Young, David Lee, Tyshaun Prince, Courtney Lee, Jonas Jerebko, Amir Johnson, Marcus Thornton, etc. Además ha habido numerosos escapados en las selecciones de los Drafts, figuras emergentes como Giannis Antetokounmpo, Jabari Parker, Andrew Wiggins… Finalmente, de todos ellos han destacado esencialmente la garra de Jae Crowder, el ala-pívot canadiense Olynyk, Turner, Smart y el prometedor Avery Bradley elegido en 2010 y ahora encomendado en renacer a los Pistons.
Pero en aquella temporada 2014/2015 llegaron dos tapados que, junto a los fichajes, devolvieron a los Celtics a los Playoffs tras el parón en 2013/2014 (25-57): Tyler Zeller y el hijo pródigo de Boston, Isaiah Thomas.
El base enano de 1’75 metros se ganó la titularidad tras promediar 19 y
22’2 puntos en sus dos primeras campañas con la camiseta verde, y hasta
ahora por detrás de los exteriores Bradley y Smart. Así, en la campaña
2015/2016 por las lesiones de estos dos bases, Thomas saltó a ser
titular, jugó su primer All-Star en Toronto y quedó como segundo mejor sexto hombre del año, llevando a Boston a los Playoffs donde no pasaron de Primer Ronda topándose con los Atlanta Hawks (4-2).
En el verano de 2016 seleccionaron a Jaylen Brown gracias a un pick conseguido de los Nets, y decidieron quedárselo en lugar de negociar por Jimmy Butler o incluso por Jahlil Okafor.
Además, mantener el salario permitió que Ainge iniciara el nuevo trébol
de superestrellas con el pívot dominicano de los Hawks, Al Horford, el primer hombre interior que obtenían en muchos años de garantías a ambos lados de la cancha.
La temporada pasada fue la cumbre de
Isaiah Thomas. A pesar de las numerosas lesiones que hicieron que los
Celtics arrancaran la nueva campaña de manera estrepitosa, llegó la
Navidad donde se sobrepusieron en el clásico con los New York Knicks
y desde donde el pequeño base realizó una de las mejores actuaciones
individuales de la historia de la competición, explotando con un
promedio final en regular season de 28’9 puntos y 5’9
asistencias. Demoledor en ataque y líder en anotación de la NBA
2016/2017, hasta que en marzo se lesionó la cadera al caerse sobre él Karl-Anthony Towns.
Volvió a la postemporada realizando una
actuación soberbia (23’3 puntos y 6’7 asistencias de media en 15
partidos), con la losa en mente del reciente fallecimiento de su
hermana, y pese a ello salió a la pista todas las noches y lideró la
eliminación de los Chicago Bulls (4-2), y la dura batalla contra los Washington Wizards
(4-3), a los que endosó su mayor anotación, 53 tantos en el segundo
encuentro de la serie. Finalmente, los Cavaliers los quitaron del camino
hacia el anillo en la Final de Conferencia (4-1), recayendo de su
lesión de cadera por la que no sabemos aún a día de hoy cuando podrá
volver a maravillarnos sobre el parqué.
Isaiah Thomas ha contribuido
principalmente en que la franquicia sea vistosa y atractiva de nuevo
para los mejores jugadores y que ha culminado la reconstrucción este
verano atrayendo a dos grande estrellas que acompañarían a Horford para
conformar el Big-Three de moda de la temporada. Como desenlace
llegamos al mercado de este 2017, al cual Danny Ainge ha permanecido con
la mentalidad de acumular jugadores destacados para realizar un
traspaso relámpago como ocurrió con Garnett, y este verano ha dado una
vuelta de tuerca más en la franquicia más exitosa de la historia y con
la que ha vuelto las esperanzas del 18º título al TD Garden.
Tras fracasar en los intentos por fichar a Kevin Love
(eligió a los Cavs en el regreso de LeBron) o a Kevin Durant (escogió a
los Warriors), el pasado verano Ainge volvió a revolver a su equipo,
primero convenciendo a Gordon Hayward que rechazó su opción de jugador en los Utah Jazz
en la cumbre de su carrera (21’9 puntos y 5’4 asistencias), y después
dejando ir a dos de las piezas más importantes en los últimos años para
traer a un astro de la competición, algo eclipsado por el mejor jugador
del momento. Jae Crowder, y el mismo Isaiah Thomas con el peso de la
lesión, junto al novato croata de gran proyección Ante Zizic,
una codiciada Primera Ronda de los Nets para 2018 y una segunda de
Miami de 2020, pusieron rumbo a Cleveland para que Boston se alzara con
uno de los mejores bases actuales, Kyrie Irving, incluso en su mejor estado anotador (25’2 tantos en temporada regular y 25’9 en Playoffs, su máxima anotación de promedio en sus seis años como profesional).
Al Horford, Gordon Hayward y Kyrie Irving formaban un nuevo Big-Three
que hizo devolver a los Boston Celtics para las apuestas a todo lo alto
de la Conferencia Este, y rompiendo con el último traspaso al equipo de
los Cavaliers que había disputado las tres últimas finales consiguiendo
el primer anillo para la franquicia en 2016, intercalando los dos
títulos de los todopoderosos Warriors, ahora con Stephen Curry, Klay Thompson y Kevin Durant. Con ello se cierra una nueva espiral reconstructiva en Boston, dejando ir un pick
de los Nets que lograron al vender a Pierce y Garnett, a Crowder quien
llegó a cambio de Rondo y la ronda de los Heat obtenida tras un sinfín
de movimientos.
Alcanzamos el tempo actual, con una liga plagada de franquicias conformadas por “Big-Threes“,
un concepto inventado por los Celtics de los 80, y una historia
redactada en este artículo que explica perfectamente la enorme
competitividad que puede conseguir cualquier equipo en la mejor liga de
baloncesto del mundo gracias al sistema del Draft y del límite
salarial que hace que los propietarios muevan y remuevan fichas en busca
de los mejores jugadores para sus plantillas, completando ciclos tras
ciclos de reconstrucción.
Sin embargo, la mala suerte se ha vuelto a
enzarzarse con los Celtics cuando Hayward se rompió en el primer
partido de la temporada 2017/2018 ante los Cavs, donde tuvo una fractura
de tibia y se dislocó un tobillo en la pierna izquierda, que esperamos
que no se alargue como ocurrió hace más de 20 años (en los últimos días
se anunció que la NBA otorgaba la “disabled player exception” para que Ainge pueda poner un parche momentáneo a esta importantísima baja para toda la temporada).
Irving y Horford tirarán del carro
acompañado de la progresión de Jaylen Brown (lo está demostrando en el
inicio de este curso, con promedios de 15 puntos y 6’2 rebotes en 6
partidos), del rookie Jayson Tatum y de un
banquillo de confianza logrado tras años de movimientos y cambios de
rostros a las órdenes sorprendentemente de uno de los mejores
entrenadores de la NBA, Brad Stevens. El trabajo más complicado ya está
hecho, ahora toca disfrutar del baloncesto de la ciudad del trébol, y a
esperar a la recuperación de Hayward para ser claros aspirantes al que
sería el anillo número dieciocho de la franquicia.